LAS AVENTURAS DEL MACHO PAREDES 2: El Embajador.
(Solo para adultos)
Por eso,
Dios los ha abandonado a pasiones vergonzosas. Incluso sus mujeres han cambiado
las relaciones naturales por las que van contra naturaleza; y, de la misma
manera, los hombres han dejado sus relaciones naturales con la mujer y arden en
malos deseos los unos por los otros. Hombres con hombres cometen actos
vergonzosos y sufren en su propio cuerpo el castigo de su perversión
SANTA BIBLIA.
Lima puede hacer realidad cualquier pesadilla. Esta es
la que toca esta noche. Llueve, no queda ningún rincón que no esté mojado u
oxidado. Todas las personas se han encerrado en esta abandonada ciudad, que se
siente como arrancada y exiliada a la lejanía, sigue abarrotada de casas, pero
escasa en vida, cada generación hay menos gente, dejando huérfanas las calles.
Es estas noches lluviosas salen
pequeños animálculos, la pequeña fauna albina de la ciudad, toda una biología
adaptada a la perpetua oscuridad. Son especies nuevas, pero no naturales,
advenedizos. La mayoría descienden de transgénicos cimarrones, escapados de las
granjas artificiales, en los desagües se mezclaron con otros seres también
quiméricos, mezcla de animal-vegetal-hongo, no hubo barreras al cruce y como
todo lo surgido sin una regla, formó caos y fealdad, haciendo añicos cualquier
posibilidad de un estudio taxonómico ordenado, eso si acaso hubiera un biólogo
o un naturalista en toda la ciudad que los estudiara, pero no los hay, solo hay
2 tipos de personas en Lima. Por lo general son seres rastreros o diminutos, la
oscuridad no deja recursos a seres más desarrollados o nobles. Algo blando y
blanco se arrastra por el asfalto húmedo, pasa al lado de una boca de desagüe,
en esta, en su oscuridad, se abre una portezuela, sale una especie de mano, que
lentamente coge al gusano que entre sus dedos se retuerce, la mano regresa a la
oscuridad y ahí un ser escondido come. Animado por la primera captura exitosa,
sale envuelto en trapos, oculta su enfermo cuerpo como un leproso, su grotesco
rostro se cubre de vendas y una capucha deja ver un ojo muerto y otro lloroso
pero vivo, se arrastra con dificultad, una enfermedad ha desarmado la
arquitectura original de su cuerpo, pero logra coger otra larva gomosa, con
miedo y premura la devora. También él es un advenedizo, un extranjero en tierra
hostil. Busca en otros rincones, y ya agotado termina, regresa a su hueco, es
suficiente por hoy. Nadie en la ciudad lo vio.
Crédito
de la imagen: Hideshi Hino
—¡Paredes! ¡Te llaman de capitanía!
—la voz ruda del eva[1]
no se oyó entre el ruido.
—¡Macho Paredes! —ordenó, ahí volteé.
Había estado absorto en ese llanto, no dejaba de escuchar con nitidez ese
llanto desconsolado y casi femenino. Sin embargo, salía de un pecho fuerte y
maduro. Había ido al otro extremo de la celda para no oírlo. Inútil. Varios
cuerpos rudos se apiñaban entre el sonido y yo, pero no lo ahogaban, toscas
espaldas contorneadas con fuerza, manos fuertes retorciendo y empujado, pechos
carnosos, cuellos gruesos, yo me apoyaba en la pared para tapar disimuladamente
un oído, al otro extremo de los cuerpos, o sea, de casi una tonelada de carne humana,
estaba ese hombre, un cuarentón de bigotes, también un ex policía, ex es un
decir, ya volvería, sollozaba desconsolado. Su llanto era sonoro y no se
calmaba ni perdía energía, el llanto de los hombres no acostumbrados a llorar
es un espectáculo muy incómodo.
No me daba pena, pero jodía. Yo ya no
sentía pena por nada, o, mejor dicho, todo me daba pena. A nadie se le ocurrió consolar
al hombretón ahogándose en llanto. Yo habría llorado así cuando murió
Milagritos, estaba dispuesto hacerlo, sin vergüenza, si hubiese podido. Pero no
pude.
Ese llorón era uno de la PIP, la otra
arma de la policía que detestaba la guardia civil, a la que pertenecíamos casi
todos en este pabellón, menos el rojo, ese es un exiliado de todo. Así que al
llegar se había negado a ser encerrado con nosotros, fue abajo, al piso de
delincuentes comunes, tenía amigos ahí, todos sabíamos los que ocurriría.
Como a las 2 de la madrugada, en el
pabellón debajo se escuchó su lucha, sus primeros gritos y finalmente aquellas
exclamaciones de horror. Estaba siendo violado, dada su poca imaginación de
hombre bruto jamás había imaginado algo así y su tortura había durado hasta la
madrugada.
Los guardias lo sabían, pero dejaron
que pase, solo en la mañana lo dejaron subir a nuestro pabellón. Nadie sintió
pena, pero lo dejaron llorar libremente toda la mañana. Era algo.
Yo llevaba ya tiempo ahí, no me
pregunten cuanto, mi obsesión con el tiempo se ha había vuelto aversión
nerviosa, me negaba a contar los días, a preguntar la hora o a calcular plazos.
Pero tuve tiempo para conocer que adentro el roce entre hombres o era a la
fuerza o “por amor” como decían burlonamente los guardias.
Primero masturbaciones en compañía,
caricias en la oscuridad, luego bocas en la oscuridad, no había otra opción. Da
lo mismo, al final, carne es carne. Luego de probar varias pieles y sabores uno
se plantaba con uno. Minimizaba el mal digamos. Yo elegí al rojo para empate[2],
uno tan fornido como yo, pero algo más bajo, un ex terruco. No hablábamos nunca
del tema, pero guardábamos una cierta fidelidad. No era sentimiento, era
desfogue, el hombre es un ser mañoso, no se puede evitar y debe encontrar una
vía de escape. Además, el sexo nunca ha servido solo para la reproducción,
sirve para muchas cosas más, hasta para conseguir un plato de comida, o para
tener un compañero en la guerra, como ahora.
—¡Paredes! ¡Sal de inmediato!
Tocaba obedecer, el rojo supo que
significaba, había oído rumores, debía fingir indiferencia, pero todos lo
miraron a ver como reaccionaba ...ollita[3]
vas a perder a tu chome[4]…
Susurró alguien, pero no se pudo saber quién. Quizás solo el rojo lo oyó.
**
En la oficina estaba el comisario, un maduro alto de
bigotito nazi, la camisa perfectamente planchada contenía un cuerpo fuerte y
sin grasa, todo su acicalamiento de facho, no le limpiaba esa vulgaridad que
los hombres machorros tenemos, a mí me había crecido una barba negra y sucia
que me daba un aspecto bestial.
—Ya te encontramos a este, acá está, le están cortando
el pelo para se parezca más a ti. Es más bruto que tú, ni habla. Pero tiene tu
corpulencia —dijo apretando con mañosería mis brazos gruesos y peludos.
El comisario ya había probado los
placeres de emergencia como ahí le decían. Me miraba como a algo delicioso,
quizás me pediría algo rápido, no me negaría. Quizás mi propia angustia sexual
me hacía imaginar estas cosas…
—Pondremos a este tonto en tu lugar
de chapado[5],
acá morirá pero si aguanta lo dejaremos escapar en unos años. Pero no será
gratis machito paredes, a cambio te piden un favor —dijo y volteó los ojos
sádicos y el bigotito hasta un pequeño hombre en traje detrás de él.
Lo reconocí.
—¿Quiénes?
—El huacho[6]
es que es gente de arriba, deben encontrar algo, alguien, se los llevas a ellos
y ahí lo matas en su delante. Creo.
Ambos desde nuestra masculina tosquedad
mirábamos al hombrecito elegante.
Noté que era un funcionario,
profundamente incómodo, fuera de lugar, con jabón[7],
era de arriba y quizás era su primer viaje acá, a Lima baja. Pero su rostro me
era muy familiar pero no lo ubicaba.
***
Me asustaba ir arriba. Jamás había visto el sol, el
cielo, las nubes, solo dibujos, ya estaba muy viejo para eso, fui atado
fuertemente, por todos lados, y no había ni la más remota posibilidad de
desatarme o evitar este viaje, el escolta que me llevo arriba, el hombrecito,
tuvo que hacer numerosos papeleos, y trámites, seguía sintiendo algo familiar
en él, pero no alcanzaba a reconocerlo, o sea reconocía a la perfección su
cuerpo, su cara, pero no su persona… La vejez, mi mente ya estaba
desvalijándose.
—¿De qué se trata?
—Ahí le explicarán, pero le adelanto
algo, queremos que use su “método temporal” para una captura, hay un ser, un
embajador, es un peligroso criminal, nos visitó hace unos meses, luego
desapareció, debe capturarlo, pero no lo mate, él tampoco intentará matarlo
—dijo mirándome de arriba abajo detrás de los nudos y las sogas que apretaban
mis carnes desmesuradas, parecía como si necesitara memorizar cada bulto de mi
cuerpo, cada retazo de piel desnuda, y lo hacía a hurtadillas... O yo seguía pensando
morbosidades a causa de mi celibato forzoso. La mente se llena de mierda.
—¿Es un loco?
—No —dijo y hecho otra ojeada
estudiosa y fugaz a mi cuerpo obsceno.
—¿Habla de mi método para cazar al
asesino donde murió un maricón?
Un escalofrío removió al escolta. Ya
sabía quién era.
—¿Cuándo me desatará?
—Al volver.
Ordenó que me amordacen e intento no
mirarme el resto del camino, pero ya había revelado lo esencial. Nunca había
visto el cielo, debía ser algo importante, era la primera vez que me invitaban
a algo así de importante. Subimos, no había ascensores directos, estaba prohibido,
subir se hacía engorroso a propósito. La primera capa era de industrias, era
más gruesa de lo que pensaba, aún no le llegaba luz natural a esa capa, pero
había mucho movimiento, pero no humano, ahí se fabricaba todo lo que arriba se
consumía. También estaban las plantas de energía, pero no había obreros. Ni uno
solo, era una capa totalmente automática. Tampoco había robots humanoides ni
nada semejantes, acaso algunas cosas móviles, sin inteligencia verdadera. Como
había dicho el rojo: “Un día no habrá
proletarios. Ya no más lucha de clases, pues la clase alta ganará”. Cosas
de terrucos, por eso no lo soltarían nunca, pobre. Cadena perpetua. Pasada la
interminable capa de industrias estaba la Lima de arriba. La luz era intensa, me
pusieron unos lentes muy oscuros para poder tolerarlo, eso no me dejaba ver
mucho, pero noté que estaba en una sala elegante. El escolta se unió a unos
viejos siniestros y habló con ellos de mí. Tanta suntuosidad hacía templar las
piernas. Te derrotaba de entrada.
—Hubo un crimen y Ud. se hizo famoso
con su método cronológico de captura —dijo el general con ese tono prepotente y
chusco de la clase alta—. De hecho, nuestro amigo que lo trajo, perdió a un ser
querido ahí, úselo con este asesino. Sabemos no es capaz de explicárnoslo, nos
dice este reporte que no es muy inteligente, pero no queremos una conferencia
suya. Nos urge que lo encuentre, y capture, pero no lo mate, no sabe lo
realmente importante que es esto y la cantidad de vidas que salvará si lo hace.
Respondí insultándolo, pero la
mordaza no dejó entenderme. Me la quitaron. Miré al sujeto, el que hablaba era
el general de Milagritos, vi que tenía ya otra amante, una mujer muy delgada,
pero de belleza cristalina. Pero en esas facciones estilizadas estaba dibujada
toda la ambición. Que rápido había dejado ese hijo de puta de pensar en
Milagritos.
—Nos debe su libertad. Nosotros
arreglamos la captura de ese tonto que cumplirá su condena, de hecho, le
pagamos, no somos abusivos, nos preocupamos por los demás, y quiero que hagas esto
por los demás, hazlo por nuestra sociedad, por la humanidad. Hay cosas más
valiosas que pensar en uno mismo. Nosotros también lo hemos aprendido estos
tristes días. Nos une hoy una preocupación por la especie humana. Olvide y
perdone todo lo pasado —decretó otra vez mandón.
—¿Por qué me trajeron aquí? Podrían
haberme ordenado todo abajo.
—No está en condiciones de preguntar
—dijo el escolta lleno de odio. Quizás no hay lucha de clases como dice el
rojo, pero de que la clase alta odia a la baja, no hay dudas.
—La información de ese ser no debe
salir de aquí ni se llevará nada, así que mire todo lo que le mostraremos.
Trabajará con su memoria ¿Podría explicarnos su método al menos de modo
general?
Ahí supe que debía mentirles. Mi
método era inaplicable a otras cosas, y ni yo lo entendía bien, pero mi
libertad y mi vida dependía de engañarlos.
—Mi vida depende de conservar en
secreto mi método —dije, me costaba mentir así que elegí esta escusa simple—.
¿Qué crimen cometió?
—Uno enorme. Pero solo ha empezado,
viene un holocausto, y le gustan los cadáveres.
—¿Otro país ataca Lima?
Hubo risas condescendientes a mi
ignorancia. Pero no respondieron. El rojo me había explicado que ya no había
países, la clase alta había tejido poco a poco un gobierno mundial y pacífico,
su enemigo no eran otras naciones, sino la clase baja de la que antes
dependían, pero una vez que pudieron prescindir de ella, de su enemigo,
nosotros, ya no teníamos razón de existir. Ya estábamos derrotados. Las guerras
siempre fueron por recursos, ahora eran ilimitados. Pero no para nosotros.
El rojo hablaba de que habían
averiguado ciertas fórmulas de termodinámica marxista que explicaba que eso
pasaría un día, al contario que el viejo marxismo que predecía la muerte del
capitalismo, el marxismo termodinámico decía que esto no pasaría, más bien moriría
el proletariado, ellos habían averiguado eso y estaban en paz. Podían ahora desarrollar
un capitalismo sin obreros. La risa burlona de esa gente, no me permitió
entenderlo, así como ahora se los explico, pero me hizo confirmarlo, el rojo
tenía razón. Por eso le habían dado cadena perpetua, solo por saberlo,
realmente no había hecho nada.
Ahí vi filmes con imágenes del
“embajador”. Así le llamaban, ¿Pero a quién representaba si no habían otros
países? No a nosotros, a nosotros nadie nos representaba, pero ya tenía mi
arma, dilataría la búsqueda lo más posible, una vez averigüen que yo era inútil
volvería a prisión.
Me
dieron un huaco[8]
muy viejo, debía esperar instrucciones, pero no me comunicaría directamente con
ellos, me llamarían con un número efímero y yo devolvería la llamada. Así me
indicarían donde husmear sin comprometerse.
Antes
de ser bajado, pedí permiso de ir al baño, ahí por una ventanita minúscula miré
la ciudad de Lima, la de arriba, la luminosa, la abarrotada, acá vivían
millones de personas, era una ciudad miles de veces más poblada que la de
abajo, por primera vez en la historia los ricos era la gran mayoría, no la
volvería a ver. Era realmente muy hermosa. Comprendí la fealdad de mi mundo en
ese baño. Solo ahí lloré, no sé por qué.
****
Primera llamada:
950833153, solo timbró una vez. Devolví la llamada, ahí vi algo malo en el huaco, una voz sintética dijo:
—Hay un cadáver en Jr. Trujillo, cuadra 3 esquina San Lázaro... Debe
acercarse.
Fui.
Había un hombre de aspecto viejo, pero un examen más acucioso me develó que era
un joven consumido por el alcohol gaseoso. Debía estar muerto unos 3 o 4 días
¿Por qué me llamaban recién? No tenía idea de que buscaba ni por qué, deambulé
unas horas por ahí, hasta fui a ver la tumba de Milagritos, pero fue inútil, no
lloré. Pensé en ir a visitar la cárcel, pero todos dirían que era para ver al
rojo, no debía ser.
*****
Milagritos, recordaba
su número de teléfono. ¿Qué pasaría si lo marcaba? ¿Quién contestaría? Me
preparé para hacerlo, pero vi de nuevo que al teléfono le faltaba el número 7.
No era posible llamarla. Me asusto, si
un día me llamaban un número con esa cifra no podría re llamar, y como siempre
llamaban de un número diferente, eso ocurriría inevitablemente. Volvería
prisión más pronto de lo planeado. Pero recibí las siguientes llamadas y nunca
ningún número contenía el 7, extraño, algo debía significar. En el pasado ese
número era algo divino… No sé. No tengo imaginación para hacer hipótesis.
Reparé
el teclado en Tacora y sentí alivio. Misteriosamente llamó este número:
974447785 ¿El arreglo del huaco podía
hacer que aparezcan números 7 en las llamadas? Mi teoría era estúpida, pero 12
llamadas sin 7 no eran casualidad, y ahora esto.
Cada
llamada era un cadáver, un barrio deshabitado de Lima y siempre el muerto ya
estaba podrido. ¿Cómo cogería al asesino si le dejaban tantos días para
escapar? Eso sí, todos los días recibía una llamada.
******
En casa me esperaba
alguien, ya había entrado sin fierrar[9],
el escolta, lo enviaba el general, no le diría nada de los números, pero sí que
lo conocía.
—Usted no progresa.
—No tengo elementos para progresar. Suelten más información.
—Ok. Debemos arriesgar un poco si queremos algo. El embajador, sabemos
que se acerca a los cadáveres, unos días después de muertos y esperamos que una
de esas ocasiones Ud. lo capture.
—Si mata solo a esa gente ¿Por qué se preocupan? No ha matado a nadie de
arriba.
—Nos matará a todos. El crimen que nos importa no es ahora, será en el
futuro.
—¿Un viajero del tiempo? —sonrió despreciándome.
—No. Esas son tonterías, ya se sabe el tiempo no es un lugar… Pero no
dejará un solo humano vivo.
—¿Y por eso no debo matarlo?
—Él
es solo un embajador de los asesinos, un emisario, queremos convérselo de que
nos perdonen.
—¿De qué?
Pensé
en las teorías del rojo, así que cambié de tema, es inútil hablarle al ladrón
de la honradez con esperanza de que cambie al entenderla.
—Si lo capturo lo llevaremos arriba. ¿Podrían dejarme ahí?
—No, solo yo lo llevaré Ud. no volverá.
—Te conozco, creí que habías muerto en el último asesinato. En el hotel
de maricas.
Me
miró con el rostro del hombre tímido que quise salvar, pero este, aunque
preocupado, no estaba destruido como aquel.
—Era mi hermano, mi gemelo, éramos iguales en todo, no solo en lo físico —dijo y una tristeza atravesó su mirada
absorta en mis carnudos pectorales, que dejaban salir toscos pelos por los
poros de la tela. Su deseo perfectamente controlado me recorría las carnes. Me
incomodó demasiado.
—Estamos en grave peligro, no es momento para hipocresías. Decía un viejo
bolchevique, de los líderes de ustedes, que solo una cosa buena tenía la clase
alta, sus mujeres, pero en cambio, como por una obligatoria ley de simetría, los
hombres más hermosos y fuertemente contorneados están en el pueblo, en lo más bajo.
Mi hermano sucumbió a esa ley. Mi clase no se mezcla con la suya desde hace
siglos. Solo aquellos de nuestra “condición” lo hacemos atraídos por la
belleza. Yo con mucho cuidado, pero para mi hermano fue su perdición. Yo jamás
sucumbí, pero dada nuestra naturaleza de gemelos, me hice pasar por él algunas
veces, él no lo supo, pero conocí a un tal Sánchez, supe usarlo, como él usaba
a mi hermano.
—¿Para qué esta conmovedora confesión? —dije burlándome.
—Para esto, mi hermano no quería gozarlo, quería amarlo, ser amado, sé
que Ud. trató de salvarlo, por eso sugerí que Ud. sea soltado, también quería
que Ud. entregue algo, mi hermano dejó algo para ese rufián, debo darle una
cosa para el Sánchez.
—No soy su recadero. Pero si un día me le cruzo quizá se lo daré, si
antes no lo vendo ¿Qué es?
—Es la pluma fuente de nuestro abuelo, es un objeto muy fino y caro. Él
quería dárselo para que lo recuerde.
—Solo un hombre fino podría saber su valor. Yo no.
—Ni el perro ese, pero era su voluntad.
Entendí
que no era fidelidad al recuerdo de su hermano muerto, había un plan lujurioso
en ese contacto con el rufián a quien él ya había engañado y gozado una vez. Planeaba
volver a hacerlo solo que aún no sabía cómo. La pluma fuente era el puente.
*******
Siguieron más
llamadas y más muertos, ahora faltaba el número 4 al huaco, y luego de 12 cifras faltaba el 8, así que este era un tipo
de paloma[10],
alguien me enviaba un mensaje cifrado. No era los de arriba, ni el gemelo, solo
podía ser el mismo Embajador. ¿Cómo? Debía haber logrado comunicarse con las
máquinas que creaban números efímeros. Y 12 era el número del reloj antiguo, mi
método indirectamente tenía algo que ver, el embajador lo sabía, pero no
terminaba de entender. Los de arriba no lo notaron. El embajador quería ser
encontrado, pero no por ellos.
Miré
la elegante pluma fuente, dar rosas a los cerdos, y este Sánchez era un cerdo
realmente sucio, los travestis contaban sus historias, muchas enfermaban los
nervios, pero una aparentemente inofensiva se repetía, una y otra vez, decían
que el Sánchez, a los travestidos que no le pagaban, les malograba el pelo con
una sustancia, no entendía por qué el pelo era algo tan importante, quizá es
cierto que todo es símbolo, nada es cosa sólida, el pelo largo era signo de ser
mujer, es decir, de ser normal, lo anormal era ser un hombre que gustaba de
otros hombres, lo normal era una mujer gustando de un hombre, así que volverse
mujer aunque sea en parte, los devolví a la anhelada normalidad de la que se
sentían exiliados. El pelo largo era un logro, un paso es su soñada
metamorfosis de regreso al mundo de los normales, en el sexo, las cosas más
raras ocurren, paradójicamente, por la búsqueda de normalidad, no servía
decirles que antes los hombres también tenían pelo largo, pues todo es símbolo,
al menos para ellos. Sus clientes también eran personas tratando desesperadamente
de ser normales, para no ser hombres buscando hombres elegían seres que en su
apariencia fueran mujeres, aunque en esencia hombres y por ello los buscaban,
así se aliviaban de su deseo culpable. Si un día esos travestidos se
convirtiesen en mujeres de verdad sus clientes dejarían de llamar. Los clientes
ocultaban su identidad usando también las llamadas de números efímeros, así no
dejaban rastro de su contacto con los travestidos. Los rufianes usaban esa red
de telefónica anónima…
¡Eso era!
********
Fui a buscar al
barrio de rufianes, busqué al leno, al Sánchez, repulsivo animal, pero no tenía
otra opción, además le llevaría el regalito de su amigo.
Hallé
su casucha. Entré a una sala maloliente.
—Espera —dijo una
voz dentro de un cuarto a oscuras, esperé unos minutos, desde dentro salían
sonidos horribles, llantos, arcadas, gruñidos, golpes de un catre contra la
pared. No lo soportaba y di un golpe brutal a la pared.
—¡Sal Sánchez! —-No
esperaría más, el ruido acabó, salió una jovencita púber delgadísima, los ojos
rojos de quien ha vomitado y una profunda consternación disimulada. Escapó por
la puerta. Luego el rufián salió en calzoncillos. Aún tenía el pene erecto.
—Esta fue incierta, pero servirá, machito paredes, recibí un trabajito para los dueños de la casa de tolerancia sur…
El
Sánchez tenía aspecto de un hombre muy alto, pero no lo era mucho más de lo
normal, ese aspecto se lo daba su figura modelada toda en músculos, todo duro y
contorneado en fuerza contenida. Esa fuerza interior le provocaba un feo tic en
la cara, que ladeaba rápidamente, inconteniblemente cada tantos minutos, como
si dejase escapar esa energía que lo sobrepasaba, un anormal. Su andar era
fuerte como si pusiera más fuerza de la necesaria en las piernas, dándole ese
andar de delincuente. Había nacido así, era un hecho biológico, hecho para el
mal. A pesar de su musculatura y talla, de su rostro bien cincelado, había algo
feo en él, y sudaba asquerosamente.
—Me
contrataron para probar el nuevo lote, son menores de una ciudad pobre. No
todas pueden soportar el trato inhumano de los clientes así que las he tenido
que probar a ver si sirven, son casi una docena. Solo pocas resisten… Las otras
aprenderán o volverán acostarse con hambre, es un acto de caridad machito, si
aguantan esto lo demás les parecerá poca cosa.
Imaginé
las terribles cosas a las que el rufián las sometió. Los proxenetas usaban 2 o
3 hombres al mismo tiempo para este tipo de pruebas, pero con el Sánchez
bastaba uno solo.
—Tengo un regalo para ti, a cambio de un favor. —Le di la caja aterciopelada con la
pluma fuente, la reconoció y supo que acá abajo, no podría vendérsela a nadie.
Así que la despreció.
—Dile a esa olla[11] vieja
que, aunque se aparezca con 1000 soles en el poto no me lo voy a volver a cachar
—dijo y frotó su
herramienta ya flácida.
Sonreí con media cara, y le di un
puñete con toda mi fuerza en el rostro, mientras caía desvanecido lo cogí por
la tráquea en el aire, apretándola sentí los cartílagos como plástico
aplastándose en mis dedos, no peleó, como todo vividor era cobarde, dejé de
asfixiarlo y aspiró con desesperación para evitar desmallarse.
—A mí no me usas de recadero. Cuida
tu lenguaje conmigo cagada humana.
—Sí —dijo.
—Tu amiguito ya está muerto.
—No. No lo está —dijo confundido—,
supe de su muerte por la Madonna,
pero una vez más lo vi, y me lo cach…—no terminó la palabra asustado.
—Sí murió, hazme caso. Te lo
explicaré un día. Un pariente suyo te manda esto desde arriba.
—Donde no me quiso llevar a pesar de
que le di todo lo que soñaba, no me condenes por intentarlo, hay algunos que lo
han logrado, y hasta ha vuelto de visita, ¿Qué puedo hacer para ayudarte? —dijo
y me sorprendió su absoluta indiferencia a la muerte del hombrecillo y a la
pluma fuente.
—Quiero entender eso de los teléfonos
—y le expliqué lo del número faltante, lo del cambio cada 12 números etc. Pero
no que el gemelo había jugado con él.
Entendió,
hasta parecía saber ya el desenlace y solo dejaría que yo lo descubriese, se
vistió con esa elegancia vulgar de proxeneta, era un animal chusco, pero ya no me
caía tan mal, salimos a la calle.
—Las travas usan esos números, los
infiltramos hace años, yo mismo ayudé en la parte lógica, no soy una bestia
como todos creen, usamos ese sistema para confidencialidad, también la
ofrecemos a ladrones y criminales, y también a la policía, sé que significa ese
mensaje, es una dirección, te lo traduciré, solo debo ir al nodo de números y
auscultar la clave lógica, regresaré. Pero me faltan 3 chicas, y si no cumplo a
los dueños de la casa de tolerancia, ya sabes. Sé que estuviste preso, creo te
gustará remplazarme, así me pagas el favor, y te cobras el favor, somos iguales
macho paredes, nos vemos diferentes porque solo hay 2 tipos de hombres acá
abajo, pero antes había otros tipos de gentes, de profesiones, lo he estudiado
—dijo reflexivo—. Mira, Lima era otra. ¿Quién acabo con Lima? Pregúntatelo. Ahora
solo hay putas, delincuentes y policías, pero mira ahí donde trabajan las más
viejas estaba una oficina municipal, ¿No sabes qué es eso verdad? Al lado de esa
guarida de ladrones estaba una posta médica, a su lado un salón de reuniones,
foros de deliberación política, todo al centro de casas bien organizadas para
ser parte de un todo, una vez hubo una comunidad, todos conectados, ahora solo
individuos persiguiéndose unos a los otros. No es casual que seamos así. Tú,
yo. Hasta los hombres como yo era útiles a la comunidad, los de arriba lo
borraron todo, dejaron solo delincuentes y policías, todos los miles de cosas
que un hombre puede ser ahora son un imposible.
—Lecciones de moral de un chulo —dije
burlándome.
—Ok volvamos a nuestros roles,
¿Puedes ayudarme con las tres restantes? Ya estoy viejo, y sé que te mueres de
ganas, vi tu arma dura cuando salí de la habitación, vi que era muy respetable,
pero de una en una. Y una hora de pinga
por lo menos cada una.
—Acepto —dije—, tráeme esa
información, pero no hace falta que te apresures, también estoy viejo.
—Sé que lo que buscas no te gustará
encontrarlo, te han dado carne podrida[12],
sé algo del tema, te diré algo más, ese “embajador” no es el asesino, esos
crímenes los cometen por órdenes de arriba, siempre demoran adrede, los dejan
podrirse, y ella olla muerta,
participaba de un plan que te espantará, soy malo, pero no un tonto.
—Averigua el mensaje.
—Ahí las tienes esperando. Volveré en
unas horas.
*********
Volvió con una dirección. Yo yacía extenuado. Los
números faltantes formaban un número largo, partido a la mitad daba las coordenadas
de una dirección solo quedaba esperar...
*********
Ya lo tenía, recibí la llamada del lugar del crimen.
Pero yo ya lo sabía, fui despacio, el embajador me atacaría, estaba impaciente
por destruirme al saber que lo buscaba. No aguantaba la espera.
Entré al desolado barrio de las
tuberías vacías. Debía andar con cuidado, él podría dispararme desde cualquier
lado, ande y ande y no había absolutamente nadie, quizá esos paisajes llevaban
meses sin que nadie los viese, parecía un puerto o astillero, pero sin agua. Al
final, al centro de esa soledad hallé la dirección precisa, no me gustó lo que
vi, a un lado estaba una silla de ruedas y algo derrumbado y podrido sobre
ella. El olor era terrible, supe que era ella, me acerqué. Una grasosa mancha
en el piso, efluvios del cuerpo. No podía ser. De ese revoltijo de ropas y
carnes se escapaba un mechón de pelos canosos teñidos la mitad de rubio barato.
Era la madona. Me conmovió, no lo
niego. Gusanos caminaban por su cuerpo húmedo y ya podrido.
Vi huellas de algo a que se arrastró
hasta ella y que había vuelto por su camino. Ese algo volvería, tenía que
esperar la lluvia. Y esta no faltó a su cita.
Cayó la noche y la lluvia al mismo
tiempo. Hermoso y triste. La muerte de esa puta vieja y su sacrifico, su
degradación en manos de esos ambiciosos me desoló, perdí hasta mis precauciones
de policía. Mi arma apuntaba al piso como mi mirada. Había perdido. Ellos
siempre ganan. Ahí fue que un ser se acercó. Cojeaba, más bien sus pies o
apéndices no podían con el suelo duro de la ciudad humana, saco un de sus
ampulosas manos, cogió con delicadeza una larva blanca de la mejilla de la Madonna y empezó a devorarla con una
boca escondida en la oscuridad de su capucha. Algo debajo de la manta que lo cubrían
me miró, no sé si eran ojos, luego regresó por su camino dificultoso, quería
que lo siga. Ya lo tenía. Entré a esa tubería. Pero ¿para qué?
Se cubría de múltiples trapos
malolientes, era el embajador de un mundo de mierda. Conectó un artefacto, un traductor,
con este me hablaría, él ni emitía ruidos.
—Sí —dijo—, ya sabes que soy ese que
buscas, y debes llevarme a ellos, es inútil, pero está en ti hacerlo o no. No
soy humano —dijo señalando su cuerpo—, pero no es esta mi forma natural, su
presión atmosférica, su gravedad, tantas cosas me han deformado hasta el
límite, fui enviado a esta embajada de muy lejos. No de este mundo. Tú crees
que solo hay Lima de abajo y Lima de arriba, pero muy realmente y muy
lejanamente hay otros mundos, otras Limas en los recovecos vacíos de la
oscuridad del universo, no trates de imaginarlo, es imposible, solo sabes
reconocer y no conocer, pero de ahí vengo. No había planes para que regrese,
solo energía para enviar el informe a mi gente. Una vez cumplido mi deber debía
desaparecer.
—Suicidarte.
—Sí —dijo y supuse una
vergüenza en sus incomprensibles formas.
—Le dio miedo.
—Miedo sí, a lo no-vivo en mí. Eso es
algo no bonito.
—Cuénteme, dicen que ustedes nos
matarán a todos.
—No será bonita esta verdad y
decírtelo, pero para eso te busqué.
—Nada en Lima es bonito.
El embajador se descubrió, sentí
compasión y asco por el estado en que se hallaba, ¿Cómo podría alguien querer
seguir vivo en ese estado?
—Miré estas fotos en la pared —noté
estaban pegadas a lo largo del tubo que era su guarida—, hace mucho tiempo en
este planeta había estos seres —mostró fotografías de animales, vacas, ovejas,
pollos— y ya están extintos.
Nunca había visto esos animales, pero
algo me los hizo sentir familiares, supongo los miles de años que acompañaron a
la humanidad dejan una huella.
—Ya no existen porque ya no sirven.
—El alimento sintético.
—Sí, todos esos sabores ya los
sintetizan y otros nuevos. Los de arriba. Tú nunca has sabido que es el sabor
del pollo o del pez. Las fábricas de alimento artificial crean carne sintética,
al no serles útiles los animales, dejaron que se extingan, y envenenaron los
lugares donde vivían, la inutilidad fue desaparecer.
—Eso que tiene que ver con el crimen
que debo impedir.
—Déjeme explicarle con calma, mi
historia tiene tres pasos ya di un primero, hay un segundo, Uds. los humanos,
los pobres, antes los explotaban, en fábricas, en servicios etc. La clase de
arriba vivía de ustedes, pero también dependía de ustedes. Pronto esa clase que
me busca, creó máquinas capaces de hacer todo lo que la clase baja hacía, así
que ya no eran necesarios, en ese tiempo se dividió la ciudad en arriba y
abajo, una para vivir y la otra para extinguirse. Arriba ellos solo esperan
eso. Acá abajo, su inutilidad los condenó a desaparecer, poco a poco pasa eso.
—Veo —dije preparando mi arma contra él. Pareció notarlo y se apresuró a
explicarse.
—Los de arriba
temían a esta fórmula:
Ganancia = gasto
en gente / (gasto en gente + gasto en máquinas)[13]
Temían que a más máquinas
hicieran menos ganancia. Pues una vez sea total la automatización la ganancia sería
0 y su capitalismo se autodestruiría. Pensaba que solo se podía explotar a los
hombres, pero no a las máquinas. Estas solo debían dar menos de los que
recibían, (2do principio termodinámico) no así los hombres. Pero luego un investigador,
un hombrecito muerto en un extraño incidente, uno que usted quiso salvar, descubrió
que sí se puede sacar plusvalía de los artefactos, pues estos liberan energía
no solo la trasforman. Toda trasformación energética reduce la energía
utilizable, pero la liberación obviamente la aumenta. O sea, producen más de lo
que se gasta en ellas, de hecho, eso es lo que pasa en los humanos también. Solo
por eso podían explotarlos. La clave era liberar energía no transformarla. Corrigieron
la fórmula, y crearon con ella una nueva tecnología. Unas nuevas relaciones de
producción. Hecho esto, la clase alta decidió prescindir de los obreros. Exterminarlos.
No pude entenderle nada. Pero dejé de
apuntarle.
—Tercer paso, yo fui enviado a
evaluar a su especie, desde otro mundo, a iniciar contacto e informar de una
hiper-nova que estallará en el futuro y que los destruirá. Hablé con sus
dueños, con la clase de arriba. Les advertí y ofrecí una salida tecnológica. Pero
supe pronto que abajo había otra ciudad. La exploré en secreto, y supe de su
infame origen, estudié la historia de su raza, busque en la historia un siglo,
siquiera una década donde el hombre no se alimente de otros hombres, pero
siempre fue así, y no canibalizan carne sino vida. El hombre se come vivos a sus
semejantes. Verá, mi informe fue el más negativo posible. Mi informe demorará
unos 150 años en llegar a su destino, que fue lo que yo demoré en llegar hasta
Uds, una vez lo reciban, la respuesta será automática, aunque también demorará
150 años en ser efectiva, dejarán que desaparezcan. E incluso, se asegurarán de
que desaparezcan. En unos 300 años, no quedará nada vivo acá, nada puede
evitarlo, ni yo, vea en un jardín, aunque Ud. creo jamás ha visto uno, el
jardinero debe sembrar buena semilla y quitar la mala hierba, Uds. son una
hierba venenosa y amarga, en 300 años vendrá la purificación. Los de arriba lo
saben, y eso ha puesto en jaque sus principios filosóficos, ¿Si no es a ellos
por qué preocuparse?, ¿Si nada cambia en su generación por qué hacer algo? Sin
embargo, su vida feliz ya no sabe cómo antes, han dejado de creer en sus
mentiras, y desesperan.
—Como nosotros.
—Sí, probarán de todo y no tendrán
límites, ya vio de lo que son capaces de hacer, pero será en vano. Le busqué
porque Ud. debe atraparme y quiero ser libre. Ya le digo que de nada servirá,
no se podrá evitar esta sentencia de muerte global. Ya envié mi informe.
—Si no hubiese venido a visitarnos no
sabríamos esto. Por eso es culpable por decirlo —dije preparando mi arma.
—Sí, cierto dice, los de arriba no
desesperarían si yo no hubiese venido, pero ustedes ya habrían muerto. Tenían planeado
su eliminación gradual. En pocas décadas. Saberse finitos los ha hecho olvidar
ese plan. Salvarlos es imposible o solo se salvarían ellos. Solo quiero vivir
en este desagüe sin hacer más daño a nadie. En 300 años, cuando llegue la
muerte del hombre, tú no estarás ni yo. No temas. Además, no somos culpables de
un crimen que no ha ocurrido y pasará muy en lo remoto.
—Dice verdad.
—¿Me dejará vivir entonces?
—No. Si le entrego me dejaran ser
libre, sino me aprisionaran de nuevo.
—¿De veras crees que eso harán? No
conoces a tu especie.
—Es verdad. Pero prométame que no
profanará más ese cadáver.
El embajador no preguntó por qué.
—Es triste ser un extraño en tierra
ajena, está de sobra en este mundo.
—También Usted.
**********
Lo dejé solo en su sórdida vida, me llevé el cuerpo de
la madona de ahí, y le di un entierro
digno en una explanada, ahora descansaría en paz. Al enterrar el cuerpo noté
las heridas de bala, eran de armas desconocidas acá abajo, ella había sido asesinada
por gente como ese hombrecillo elegante y dejada por ahí para señuelo del
embajador. Malditos. Enterré la pluma fuente con el cuerpo de la madona, era una ofrenda, solo ella lo
merecía, ahora debía escapar, si ese ser venido de otro mundo pudo ser
invisible yo también podría.
Antes de huir lejos, recogería
algunos objetos de valor de mi habitación, el reloj de papa, las fotos de
Milagritos desnuda, etc.
Pero al llegar noté que la habían fierrado, había alguien dentro, en la
oscuridad. Me dispuse a matarlo. Mis ojos se encendieron como los de un felino
lleno de odio, podía sentir al extraño en mi cuarto sin verlo, su olor, su
respiración ansiosa. Y en la oscuridad lo reconocí sin verlo. No encendí la
luz, un roce, un brazo, una boca, bastaron. Era el rojo, había huido de la
cárcel, necesitaba que me explique algunas cosas de su teoría de marxismo
termodinámico. Solo omití eso de los 300 años, ¿Para qué preocuparlo con una
tragedia que no conoceríamos en esta vida?
—También debo desaparecer —dijo.
—Juntos será más fácil que nos
encuentren.
—Pero más difícil que nos capturen,
yo te barreteo[14].
—Trato hecho —dije y extendí la mano
para sellar el trato.
[1] Empleado
policial.
[2] Amigo,
persona a la que se le tiene mucha confianza.
[3] Homosexual
pasivo.
[4] Amigo,
persona a la que se le tiene mucha confianza.
[5] Preso
condenado a varios años de prisión.
[6] Rumor.
[7] Miedo.
[8] Teléfono
móvil.
[9]
Romper cerraduras de las puertas con pata de cabra.
[10] Mensaje
clandestino entre dos internos carcelarios.
[11] Maricón.
[12] Información
falsa o malintencionada.
[13]
Marx usaba esta fórmula: G=v/c+v La ganancia es igual al capital humano “v”
entre la suma del capital humano “v” y el capital en máquinas “c”. The Red.
(2450). Marxismos termodinámicos y el
nuevo capitalismo, El Diario, pp 2456.
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